El Budismo nos enseña el desapego a las cosas materiales, para el despertar de nuestra conciencia y ganar de esta forma libertad espiritual.
De allí la importancia de ofrendar a ese ser iluminado que nos inspira, lo mejor de nosotros!
En el Budismo antiguo normalmente se ofrecían sólo tres cosas:
Velas, flores e incienso.
La primera ofrenda que se le hace a Buda es la lámpara o vela encendida, recitando un verso «Ofrezco esta luz al Buda, quien es la luz de los tres mundos» que nos recuerda que Buda ilumina el mundo con su sabiduría.
La segunda ofrenda son las flores, donde se recita “las flores que ofrezco están ahora frescas y lozanas, y mañana estarán secas y marchitas” esto significa la impermanencia de las cosas, que nada dura para siempre, que no debemos apegarnos a las cosas, que todo fluye.
La tercera ofrenda es el incienso, “la dulce fragancia del incienso se extiende en todas direcciones”, simboliza como esos pequeños cambios que hacemos en nuestro interior, por pequeños que sean, afectan nuestro entorno, armonizan nuestro interior y se extiende a las demás personas. Así como la suave fragancia del incienso se extiende por todas parte.
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